
La fiesta de su Sagrado Corazón se debe solemnizar con señales visibles del más sincero, del más tierno, y del más ardiente amor para con Él en el Santísimo Sacramento del altar.
Estando Santa Margarita María de Alacoque delante del Santísimo Sacramento un día de la Octava de Corpus se le apareció el Señor y la dijo:
“He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres y que nada ha reservado hasta agotarse y consumirse por manifestarles su amor; y no recibo de la mayor parte sino ingratitudes, por los desprecios, irreverencias, sacrilegios y sequedades que tienen conmigo en este Sacramento de amor; pero lo que me es más sensible aún, que obren así muchos corazones que me son consagrados”.
“Por tanto te pido, que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento sea dedicado a una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando en este día para reparar las injurias que ha recibido durante el tiempo que ha estado expuesto en los altares, y yo te prometo que se dilatará mi Corazón para derramar con abundancia las influencias de su divino amor sobre los que le hicieren esta honra”.
Así, empieza este glorioso día en la víspera, en el último día de la octava de Corpus Christi. Se cuidará de estar la mayor parte del día en silencio, pues el recogimiento interior es una disposición necesaria para este culto.
Se pasará la mayor parte del tiempo que se pudiere delante del Santísimo Sacramento con profundo respeto rezando las respectivas oraciones, cada uno según su devoción.
Por la noche, antes de acostarse, se usará un cuarto de hora en reflexionar sobre el motivo de la fiesta del día siguiente, considerando cuán justo es amar ardientemente a Jesucristo y reparar los ultrajes que recibe. Luego se manifestará a nuestro Señor, el deseo de pasar la noche entera delante del Santísimo Sacramento, pidiendo al Angel custodio que supla nuestra falta. Es posible, practicar la devoción de la Hora Santa, la cual consiste en pasar una hora entera en oración, de las once a las doce de la noche, como lo hizo JESÚS la víspera de su muerte el Jueves Santo. Esto mismo, lo pidió a Santa Margarita María de Alacoque:
«Todas las noches del Jueves al Viernes, te haré partícipe de aquella mortal tristeza que quise sentir en el huerto de las Olivas... Y para acompañarme en la humilde oración que presenté entonces a mi Padre; te levantarás entre once y doce de la noche, y prosternada, pegando el rostro con la tierra, procurarás no solo aplacar la ira divina pidiendo la gracias para los pecadores, sino también endulzar de alguna manera la amargura que sentí por el abandono de mis Apóstoles, a quienes reprendí por no haber podido velar una hora conmigo.»
En lo posible, se irá al día siguiente a la iglesia tan temprano y con diligencia como se pueda. Si se despertase durante la noche, es menester adorar inmediatamente a Jesucristo en la Sagrada Eucaristía.
*Se puede leer algunos capítulos del libro del culto al Sagrado Corazón de JESÚS (del P. Jean Croisset) este día, especialmente los capítulos primero, segundo y tercero de la primera parte, y el primero de la segunda.
El viernes, si se puede, debe consagrarse todo el día para honrar al Sagrado Corazón de Jesús en el Santísimo Sacramento. Es preciso no ocuparse en negocios poco necesarios y que se pueden diferir para otro día.
Luego de levantarse se postrará para adorar a Jesús, ofreciéndole todo lo que se haga ese día a honra de su Sagrado Corazón y en reconocimiento a su amor y beneficio.
Hacer la confesión de un dolor mayor y más perfecto, acusándonos este día, en particular, de nuestras propias irreverencias. No perder ni un momento para disponerse bien para la santa comunión. Esto, para demostrar nuestra voluntad de reparar las irreverencias pasadas y nuestro amor ardiente y tierno a Jesús. Debemos recibirlo como a un Dios enojado, que se desea aplacar por esta acción; como a un Salvador desestimado, que se quiere ganar; o como a un Esposo disgustado con nuestra mala correspondencia, a quien se quiere amar perfectamente en adelante; y debe ser con extraordinaria modestia y profunda humildad. Él inspirará a cada uno los sentimientos, afectos y actos que se han de hacer en este precioso tiempo.
Después de la comunión, habiendo reflexionado y queriendo velar por la honra del Señor, se hará el acto de desagravio, siendo la boca la interprete de los sentimientos del corazón. Luego se hará el acto de consagración al Sagrado Corazón de Jesús y el acto de ofrecimiento.
El resto del día se estará en un grande recogimiento interior, estando toda la mañana delante del Santísimo Sacramento y practicando buenas obras y varios actos de honor y amor al Señor. Por la tarde se hará la meditación para este día, y si el estado no lo permitiese, por lo menos se leerá con atención esta meditación.
Es necesario que tanto los consagrados como los seglares pasen los ratos desocupados delante del Santísimo Sacramento, y hacerlo más que los demás días y de ser posible cinco veces aquel día.
- La primera visita debe ser para agradecer a Jesucristo el amor infinito que nos manifestó instituyendo este misterio.
- La segunda ha de ser en acción de gracias por todas las veces que le hubiéremos recibido en la Sagrada Eucaristía, y en particular por todos los beneficios que nos ha hecho.
- La tercera para darle un pésame de todos los ultrajes que ha recibido de los infieles y herejes.
- La cuarta para reparar en cuanto esté de nuestra parte con un profundo respeto y con toda sumisión las irreverencias, las impiedades y los sacrilegios que ha sufrido aun de la mayor parte de los mismos fieles.
- La quinta debe ser expresamente para adorar en espíritu a Jesucristo en todas las iglesias del mundo, así en las de las ciudades, como en todas las demás partes en que reside el Santísimo Sacramento, donde casi todo el mundo le abandona, y donde se ve tan mal recibido, tan raramente visitado, y tan universalmente olvidado.
Hacer mas obras para hacerse más agradables a Él: visitar a los enfermos, dar limosna e instruir para la confesión y comunión a algunos pobres, dar consejo a quien lo necesita, etc.
También, es efecto ordinario del verdadero amor de Jesús, el que rueguen por todos los que este mismo amor nos une del modo más estrecho y mas particular en este Sagrado Corazón. Especialmente los sacerdotes, diciendo una misa todos los meses por todos aquellos que tuvieren devoción al Sagrado Corazón de Jesús, ofreciendo este divino sacrificio por las necesidades de estas almas escogidas, y pidiendo al Señor que aumente su número, y que abrase más y más cada día con su ardiente amor los corazones de los que verdaderamente le aman. Y los que no sean sacerdotes deben aplicar una comunión al mes a este fin, pensando particularmente en las benditas ánimas del purgatorio.
Todos generalmente debemos esforzarnos en hacer lo que hagamos con una fe viva, con un fervor y con un ardentísimo amor a Jesucristo.